Dice Komiseroff de Ferreyra



"Sucio de tomate", de María Ferreyra
Por Mariana Komiseroff

El cuento empieza con una estampa de la imagen de la Comadreja y el Rubio esperándolo. Luego la historia arranca con un tono que hace sentir el cansancio del viaje largo del protagonista, un tipo que se convirtió en un ratón de ciudad y vuelve a sus pagos. La Comadreja y el Rubio lo buscan en la estación de tren y le dan la noticia de su casamiento. Y eso es lo que permanece hasta el final, esa noticia atravesando todos los momentos. En la casa, la Osa y el Cuca completan la escena.
Es un cuento de reencuentros, tiene la calidez y contradicción que genera la cercanía del pasado. El lector acompaña al personaje en las acciones, que son descriptas con minuciosidad,  en esa búsqueda de un lugar que sigue estando pero ya modificado por el paso del tiempo, es otro; un espacio al que el protagonista retorna para descubrir que ya no es suyo o tal vez nunca lo fue.
La narración, tal vez por el presente empleado, coloca al lector en el lugar del Ratón. ¿Quién no quiso alguna vez, “enterrar el pasado a paladas enormes” para poder seguir? La voz en segunda persona nos alude, nos identifica con ese que siempre quiere volver, aun volviendo.
Un ratón de ciudad  hecho y derecho viaja horas para volver a probar las pastas, tiene “recuerdos lógicos e inoportunos”, y una mancha de tomate hace literal la metáfora, una flecha roja a la altura del corazón lo evidencia.


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