
No oyes ladrar los perros” es un relato de Juan Rulfo incluido en su libro El llano en llamas. La historia es sencilla. Breve. Un padre lleva en sus hombros a su hijo herido. Deben llegar a Tonaya. Tonaya es la esperanza. Y el ladrido de los perros funciona como ese símbolo: anuncia la llegada. El viaje, en la noche, el vínculo entre el padre y el hijo. El recuerdo de la madre, ahí, uniéndolos. El relato está construido sobre una oralidad – un rasgo común en la narrativa de Rulfo – que va desgranando, poco a poco, lo que significa esa escena. Por qué viajan, de noche, hasta Tonaya. Qué le ha pasado a Ignacio. La frase final es conmovedora: “No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza”.
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