Al norte, muy al norte de Lourdes Espínola, jurado del Premio Itaú de Cuento Digital

El concepto de familia era tan extenso que hasta incluía esas nanas que nos cuidaban desde pequeños y que ocupaban esa posición entre ser y no ser parte de la casa, esos testigos silenciosos con quienes conviven niños y adultos en una proximidad casi promiscua. De esas nanas hubo varias: una alemana, la otra medio senil, la ex monja que hablaba de su novio a todas horas, y la que es hoy mi comadre, con su largo pelo brillante y su sonrisa luminosa, todas tenían en común que poblaban nuestras tardes y noches con cuentos de aparecidos y seres mágicos en un imaginario que convertía a nuestro caserón del centro de la ciudad en un campo poblado de seres inexplicables y sucesos misteriosos.
También estaba el pintor, porque como toda casa antigua, la nuestra siempre necesitaba algún arreglo. De nombre de prócer de la patria, este pintor aficionado era un cantor y guitarrista profesional que actuaba en bares populares y componía sobre las paredes blancas de los pasillos a ser pintados.
Mi primer contacto con el progreso fue un triciclo rojo y una muñeca que caminaba, importada desde Europa por el abuelo sueco. Si las nanas contaban historias fantásticas, éstas quedaban disminuidas ante la figura del abuelo.
El haber nacido cara al mar le daba un origen casi mitológico para una pequeña que vivía en un país rodeado de tierra.
Será por eso que desde el principio lo reverencié haciéndole la ofrenda de mis primeros poemas infantiles, que el agradecía con libros, lápices, sombreros y bufandas, todo absolutamente necesario para mis sueños de escapar del calor y la mediocridad.
Los primeros años fueron un andar a tientas, como todos los niños, nadando en espacios donde el tiempo no tiene calendario, sino acontecimientos.
Entre ellos el de la primera muñeca traída por el abuelo, la cual sufriría la extraña catástrofe de caerse del tercer piso donde el consultorio de mi padre funcionó por años. Esa sensación de abismo abriéndose es el imán que todo niño tiene, el sueño de una libertad sin límites, brújula extraña que me conduce hasta hoy siempre al borde de las cosas.

 Extracto del libro VIAJE AL PARAISO.Servilibro.Asunciòn .2012

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