Fragmento de "El camino de Belén" de Sebastián Pandolfelli, comité de lectura del Premio Itaú de Cuento Digital.

Se metió en su pieza. Era un cuarto tan chiquito que apenas entraban la cama y una placard mediano. En realidad era una parte del living dividida con chapadur. Una construcción precaria que había hecho su padre cuando vivía con ellas, para que la nena tuviera su espacio. En algunas partes el chapadur estaba combado por la humedad y el revoque del techo se desprendía de a poco. Para Belén ese lugar era su santuario. Lo había empapelado con pósters, fotos y recortes de diarios. Gilda, Rodrigo, Daddy Yanky, Leo Mattioli, Damas Gratis, Axel, Casi Ángeles, Las chicas superpoderosas y Patito Feo, compartían las paredes con Martín Palermo, Lionel Messi y un afiche de Jesús en el que mostraba su corazón. Y en las dos repisas que amenazaban con venirse abajo, estaban todos los muñecos y ositos de peluche made in Taiwán que coleccionaba. Regalos de novios, amigos y amigovios. La última adquisición era un corazón rojo con ojitos y sonrisa que decía “Te Amo”. Un regalo de Gabriel. Lo abrazó con fuerza y se tiró en la cama. Le sintió el perfume. Tenía olor a él. Era un bardero y a veces salía con pibes más grandes a poner caño, pero ella lo amaba. Clavó la vista unos segundos en Messi y el llanto le llegó como un tsunami. 
La bronca con Miriam venía de hace tiempo y ya nadie se acordaba cómo ni quién la empezó. El sábado en el baile estaban todos muy descontrolados y ahí la gota rebalsó el vaso. Tomaron litros Fernet y Speed con vodka y cuando se empezó a acabar la plata pintó la jarra loca. La Jessi se transó a tres pibes. Siempre competían a ver quién transaba más. “¡Eh, rescatate gila que ese chabón es re gato!” le decían las otras y al final Jessi terminó vomitando en un rincón. “Eh, ¿Qué onda? ¿Volcaste? ¿Pa que tomá si no sabe? ¡Enseguida te pinta la petera eh! ¡So re cachivache nena!” le gritaban sacados los muchachos hasta que uno se quiso zarpar. Entonces saltó Chuky a defenderla y empezaron los problemas. “¡Uh, se armó un re bondi guacho!” comentaban los pibes. Ahí Belén quiso salir del boliche y buscó a Gabriel. Había mucho humo. Tenía calor, estaba un poco mareada y las luces se prendían y apagaban y cambiaban de color violentamente de rojo a verde, amarillo, azul, mientras la cumbia sonaba a un volumen extremo. Caminaba dando tumbos y esquivando a los que la querían toquetear. Cuando llegó hasta la puerta de los baños lo vio. Estaba contra la pared y montada encima, como una yegua en celo, la Miriam le comía la boca. “¡Esa hija de remilputa se está transando a Gabriel!” dijo tratando de mantenerse en pie. Tomó aire, del poco que había y se le fue al humo. “¡¡¡¿Qué hacés trola de mierda?!!!” Fue el grito de guerra. Empezó a tirar puñetazos y patadas para todos lados hasta que la otra la agarró de los pelos. Entraron en acción los patovicas del boliche con sus músculos y anabólicos, metidos en remeras negras ajustadas. Las separaron. Belen fue invitada a retirarse con esa manera tan sutil que tienen los ex policías devenidos empleados de seguridad. Miriam ganó la contienda porque era amiga del pibe de la barra. 

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